QUIZÁ UNA DE LAS MÁS PECULIARES características de un lugar del mundo es la manera en que se celebra el tránsito al año nuevo. 

EN AUSTRIA NO EXISTE NINGUNA COMIDA que certifique que el año nuevo va a sustituir al viejo pero sí que existen dos  rituales que se hacen siempre durante la noche del 31 de diciembre que sirven, aquí como en otras partes del mundo, para llamar a la buena suerte durante la, en principio tenebrosa, tanda de 365 días (en el caso de 2008, 366). Dichos rituales son: a) regalarse cerditos que, en Austria, son el símbolo de la buena suerte. Por muy increible que pueda parecer, en Austria, tener suerte y tener cerdo significan exactamente lo mismo. Durante los días previos al 31 de Diciembre, las calles de Viena se llenan de puestecillos en donde se venden cerditos de diferente tamaño y precio. 

TAMBIÉN SE VENDEN otras cosas que están relacionadas con el segundo ritual: se trata de unas bolsitas de plástico en donde están metidos unos poliedros de plomo. 

LLEGADA LA NOCHE DEL 31, dichos poliedros se calientan en una cucharilla especial hasta que se derriten y, luego, se echan en agua fría. Los poliedros derretidos se sorprenden del cambio de temperatura y se solidifican adoptando caprichosas formas. Momento que los austríacos aprovechan para intentar adivinar en sus formas lo que les traerá el año que viene. 

POR ÚLTIMO, DECIR QUE EN AUSTRIA, el tránsito se marca mediante el tañido de la campana Pummering, la más grande de Austria, que está en la torre de la catedral de San Esteban, en pleno centro de Viena. No da doce campanadas, sino que suena durante un rato, ahuyentando a los malos espíritus traidos por el año viejo. Es la señal para que estallen todo tipo de petardos y para que, todos los años, uno o varios espontáneos atraviesen la plaza en pelota picada. 

UNA TRADICIÓN COMO OTRA cualquiera, señoras y señores.