VIENA ES UNA CIUDAD FAMOSA por sus cafés.

Lo que no todo el mundo sabe es de dónde viene esta afición de los nacionales por el cálido elemento.

TODO SUCEDIÓ en el siglo XVII, momento en el que los turcos llegaron a las puertas de Viena. La cristiandad entera quedó conmocionada por visita tan poco deseada. Conscientes de que, si Viena caía, sería muy difícil detener a los turcos, todos los reyes enviaron tropas para defender la estratégica capital a orillas del Danubio.

CUANDO LOS TURCOS VIERON llegar a las tropas cristianas, pusieron pies en polvorosa sin siquiera presentar batalla, y dejaron todos sus enseres abandonados por todas partes. Los vieneses celebraron la victoria acercándose al campamento a inspeccionar los trastos abandonados. Y entonces, un tal Kolschitzky, un hombre avispado, se topó con unos fardos rellenos de unos frutos que, al principio, tomó por alimento para los camellos. Dado que ni entonces ni ahora había muchos camellos que pudieran aprovechar aquellas semillas, el bueno de Kolschitzky, que debía de ser un austríaco bragado, se dijo que era una lástima tirarlas, y se devanó los sesos buscándoles un empleo. Puesto que comerlas no parecía muy sabroso, decidió hacer con ellas una infusión (es posible que le hubiera llegado algún rumor del uso que se daba a las semillas en cuestión en el norte de Africa y en Asia). Tras probarla, comprobó no sólo que la bebida estaba rica, sino que le daba mucha alegría a su cuerpo –macarena- y a partir de ahí el uso del café se extendió por toda Europa.

POR CIERTO QUE ESTA INVASIÓN TURCA tuvo otro efecto colateral. Para burlarse de los sitiadores turcos (cuya enseña era una luna en cuarto creciente) los pasteleros vieneses, en vez de hacerse tirabuzones como las gaditanas de la copla con las bombas que tiraban los fanfarrones, inventaron un bollo esponjoso en forma de media luna que rapidamente fue plagiado por los pasteleros franceses, que le llamaron croissant (porque así se llama en lengua gabacha, digoooo gala, la luna creciente). Y de ahí, hasta el infinito y más allá.

He aquí por qué las raices del desayuno en Europa occidental se encuentran en Viena.