Cuando se acerca el día de San Nicolás (6 de diciembre), al caer la tarde un extraño repicar de cencerros llena las calles de pueblos y ciudades en la parte occidental de Austria. Misteriosas sombras que salen aprovechando la oscuridad, gritos aterrorizados de niños que corren a resguardarse, adolescentes que se hacen los valientes frente a la amenaza. Los Krampus andan sueltos. ¡Ojito con ellos!

Un Krampus es una especie de demonio peludo, con grandes cuernos y una elaboradísima máscara que, armado con una vara de saúco o con un látigo de crin de caballo, recorre las calles en busca de niños malos que requieran de un correctivo. Los Krampus preceden en unas dos semanas la llegada de Nikolaus, San Nicolás, que con su roja capa y su mitra de obispo y su cara bonachona, viene cada año a dar pequeños regalos (chocolate, golosinas, mandarinas, etc.) a los niños que han sido buenos.

En realidad, los castigos corporales ejercidos por los Krampus no sólo se limitan a niños malos, sino que también suelen extenderse a transeúntes despistados, jovencitas ultrasónicas y turistas no avisados. Los Krampus llevan cencerros de vaca a la espalda, lo que hace fácil anticipar su llegada. Hay que estar atentos porque, como los velociraptores, nunca atacan en solitario y, cuando nosotros los oímos, ellos ya nos han visto. También es conveniente no confiarse cuando ya hayan pasado por nuestro lado y nos creamos fuera de peligro, porque gozan de una depuradísima técnica de azote de revés directo a la parte posterior de las rodillas.

Hay carreras de Krampus (Krampuslauf) en todos los pueblos y ciudades. Vale la pena arriesgarse a recibir algún que otro azote para experimentar esta curiosa tradición y admirar los disfraces y las máscaras.



(Fotos de Toni Palau)