EN AUSTRIA, más que en otros lugares, la navidad es una religión dentro de la religión. 

ESTAS ENTRAÑABLES fiestas tienen la virtud de colmar lo que podríamos llamar “el espíritu hobbit” de este país. O sea: intercambio de regalos no siempre útiles, disposición para el recuerdo idealizado del pasado, luces de tonos cálidos y abundantes dósis de alcohol y dulces. 

TODAS ESTAS COSAS pueden encontrarse en los mercadillos navideños que, este fin de semana pasado, han abierto sus puertas (debería decir sus casetas) en todas las ciudades de Austria.EN VIENA,CONCRETAMENTE, los más famosos están en el centro. Son especialmente recomendables el de la plaza del ayuntamiento (Rathausplatz) con su abeto gigantesco –el de este año tiene, según los periódicos, 120 años- y sus puestos de ponche y gluhwein (por cierto, para los que no quieran machacarse el hígado también existe el kinderpunsch, que sabe igual que el de los adultos pero no tiene, por razones obvias, ni gota de alcohol). 

OTROS MERCADIILLAS ESPECIALMENTE encantadores son los del Alte AKH –primer hospital público de Viena- y el de Neubaugasse, punto de reunión de la escena alternativa de la ciudad. 

EN EL CHRISTKINDLMARKT de Karlsplatz, enfrente del local de la filarmónica, hay, incluso ponis ara los niños, y diversas atracciones. 

TODOS LOS INGREDIENTES necesarios para que esta eterna navidad austríaca, de un mes y medio de duración, sea todo un éxito.